Con un
oído en el pueblo
y
otro en el evangelio,
aprender
a caminar
como
vos nos enseñaste
hasta
entregar la vida.
Al lado
de los que sufren,
que
son tantos y cada vez más,
compartiendo
la esperanza del pueblo,
sin
temor a denunciar la injusticia
y
alzar la voz por los que no la tienen
(porque
está amordazada
por
la pobreza y la falta de todo).
Caminar
junto a los que sufren,
visitar
a todos,
detenerse
a charlar con los ancianos
a
escuchar la voz del pueblo, perdón,
la
voz de Dios que está en el
pueblo.
Un oído
en la gente
en
sus preocupaciones,
en
sus aspiraciones,
en
sus sueños y esperanzas,
en
sus luchas, en sus ansias.
Un oído
para aprender a escuchar
al
buen Jesús que camina a nuestro
lado,
en
el que pasa hambre o sed,
en
el que está desnudo o enfermo,
en
el que está preso o solo,
en
el que no consigue trabajo
o
recibe un sueldo de hambre,
en
el que no puede estudiar,
y
en tantos otros...
Enséñanos
a reconocer a Jesús,
que
no seamos indiferentes
ni
nos quedemos pasivos
ante
el dolor y el sufrimiento.
Ayúdanos
a imitarte,
a
seguir tus pasos con valentía,
a
vivir para los demás
con
la alegría del Señor.
Ayúdanos
a abrir de par en par
las
puertas del corazón
para
hacer un lugar al proyecto de Dios,
que
resumiste en tu lema episcopal:
Justicia
y Paz, Paz y Justicia,
hermanas
en el camino al Reino.
Caminar,
andar la vida,
con
un oído en el pueblo...
y
otro en el evangelio.
La
Buena Noticia del Reino
que
llega para todos,
comenzando
por los que tienen menos
El
evangelio de la vida nueva,
la
Buena noticia de que es posible
un
mundo distinto.
|
Evangelio
de la Justicia,
la
Paz y la Libertad.
Evangelio
del amor compartido,
solidario,
concreto y real en los gestos
más
que en palabras lindas.
Buena Noticia
de Jesús Resucitado,
muerto
en la cruz por proclamar
un
mundo nuevo con derechos
para
todos y resucitado por el Padre
para
dejar claro su opción por la
vida.
Un oído
en el Evangelio,
para
aprender de Jesús,
para
seguir su camino,
para
actualizar su mensaje,
para
se fiel, como él,
a
la voluntad y al proyecto del Padre.
Enrique
Angelelli, querido pelao,
desde
la compañía del Padre
y
de los santos, enséñanos
a ser fieles,
a
no bajar los brazos,
a
ser fuertes en la fe,
y
audaces en la esperanza.
Enséñanos
a escuchar...
la
voz del pueblo... la voz de Dios...
y
a vivir en consecuencia.
Que tu
vida, ofrecida por la justicia,
sea
semilla de Reino.
Que
tu muerte mártir,
a
las tres de la tarde,
los
brazos en cruz abiertos,
como
aquel a quien seguiste,
sea
espejo de esperanza
donde
contemplar
la
verdad del Evangelio,
vivida
hasta las últimas consecuencias.
Padre que
estás en el cielo,
y
en la tierra también, danos
la sencillez,
el
coraje y la entrega decidida
de
nuestro pastor Enrique,
y
ayúdanos a construir con nuestra
vida
el
pedacito de Reino
que
él soñó para
nuestra patria.
Marcelo
A. Murúa
|