Catequistas,
testigos desde la experiencia de Dios en
la vida
por Marcelo
A. Murúa
La experiencia
de Dios, núcleo vital del catequista
"No temas, porque
yo te he rescatado;
te he llamado
por tu nombre, tú eres mío.
Si atraviesas
el río, yo estaré contigo
y no te
arrastrará la corriente.
Si pasas
por medio de las llamas,
no te quemarás,
ni siquiera
te chamuscarás
Pues yo
soy Yavé, tu Dios
porque tú vales mucho a mis ojos
porque te amo y eres importante para mí.."
Isaías
43, 1-4
"Escúchenme,
islas lejanas,
pongan
atención, pueblos.
Yavé
me lamó desde el vientre de mi madre,
conoció
mi nombre desde antes que naciera
El me dijo: Tú eres mi servidor,
Israel,
y por tí
me daré a conocer"
pues yo soy importante para Yavé,
y mi Dios
se hizo mi fuerza..."
Isaías
49, 1-4
Conocer a Dios,
en la Biblia, es tener experiencia de El.
Reconocer su presencia en la vida personal,
discernir su acompañamiento, percibir
su Espíritu en el corazón,
apreciar su cuidado permanente, descubrir
que nos ama y nos valora.
Dios nos conoce
desde nuestra concepción, desde el
amanecer de nuestra existencia
y nos
llama por el nombre de cada uno, porque
tiene una misión personal para proponernos.
La referencia
al llamado personal, por el nombre, es una
constante en la Biblia. Su significado profundo
tiene que ver con la mentalidad semita del
pueblo de Dios, que como muchos pueblos
orientales, reconocía en el nombre
de la persona lo más profundo de
su ser, su identidad, lo que estaba llamado
a ser. El nombre expresaba la realidad más
íntima y profunda de la persona.
Por eso, cuando Dios se revela, dice su
nombre (releer la vocación de Moisés
en la zarza ardiente, Ex. 3, 1ss).
Tener experiencia
de Dios es reconocerlo cercano en la vida
cotidiana. Saber que El nos valora enormemente,
y tiene confianza en nuestra respuesta.
Descubrir que nos cuida, siempre, con cariño
de madre y protección de padre. Ese
es nuestro Dios, el compasivo y lleno de
misericordia, lento para el enojo, y rico
en amor y fidelidad. (releer Ex. 34, 6).
La experiencia
de Dios, un fuego que alimentar siempre
"
la llevaré
al desierto y le hablaré al corazón
."
Oseas 2, 16
"
el Espíritu
lo empujó al desierto
"
Mc. 1, 12
"Por la mañana,
antes que amaneciera, Jesús se levantó,
salió y fue a un lugar desierto;
allí estuvo orando."
Mc. 1, 35
A Dios nunca
lo terminamos de conocer. El es el Totalmente
Otro, el Santo, a quien conocemos en parte
y siempre nos queda tanto por conocer!!!
La experiencia
de Dios se alimenta con el encuentro. La
oración, los sacramentos, el servicio
al hermano que sufre, son los "espacios"
privilegiados para conocer a Dios.
En la Biblia,
la figura que nos remite al "espacio" para
el encuentro con Dios es el desierto. Esta
imagen tiene un significado muy profundo
en la espiritualidad bíblica. Simplemente
señalaremos que la iniciativa de
ir al desierto siempre es del Señor.
El nos invita a saborear momentos de intimidad
y encuentro con El. El desierto ofrece ciertas
condiciones especialmente apropiadas para
estar con Dios: la soledad y el silencio
son las más transparentes.
Por eso si uno
quiere alimentar la experiencia de Dios
debe saber mantener en su cotidianeidad
(todos los días) un espacio de soledad
y silencio.
Jesús
nos enseña cómo la oración,
encuentro vital con Dios para conocer su
Voluntad y discernir lo que El quiere de
nosotros, debe ser un espacio en la vida
de todos los días.
La experiencia
de Dios, raíz de nuestro ser, saber,
hacer y estar de catequista
"Lo que hemos
oído
lo que
hemos visto,
lo que
hemos palpado con nuestras manos,
lo que
hemos experimentado
acerca
del Dios que es Vida,
es lo que
les damos a conocer.."
1 Jn. 1, 1ss
Nuestra experiencia
de Dios es la raíz de nuestro estilo
de ser catequista. Una persona con espiritualidad
profunda será un catequista profundo.
Y la espiritualidad abreva en la experiencia=conocimiento
de Dios.
Lo que transmitimos
de Dios es nuestra propia experiencia de
El. Por eso la primera escuela, permanente,
de formación para un catequista,
es su espiritualidad.
Cuando hablamos,
presentamos, transmitimos, enseñamos
las cosas de Dios desde la propia vida damos
testimonio, es decir, compartimos la luz
que el propio Dios ha encendido en nuestro
corazón (a veces oculta por nuestros
egoísmos y mezquindades). Al hacerlo,
cumplimos el mandato del Señor, "ustedes
son luz para el mundo" (Mt. ) y entonces
somos capaces de "encender" experiencia
de Dios (su luz) en otros corazones.
Ser catequista
es ser un buen encendedor de Dios en la
vida de los demás
pero para
poder "encender" hay que tener el "fueguito"
prendido, cuidado y alimentado en el propio
interior. Como veremos lo tenía Elí.
Catequizar desde
la experiencia de Dios
"Samuel aún
no conocía al Señor, y la
Palabra del Señor todavía
no le había sido revelada.
El Señor
llamó a Samuel por tercera vez. El
se levantó, fue adonde estaba Elí
y le dijo: "Aquí estoy, porque me
has llamado". Entonces Elí comprendió
que era el Señor el que llamaba al
joven, y dijo a Samuel: "Ve a acostarte,
y si alguien te llama, tú dirás:
Habla, Señor, porque tu servidor
escuchar."
1 Sam. 3,
7-9
La historia de
Elí me parece una de los más
hermosos espejos que hay en la Biblia sobre
la misión y vocación de un
catequista.
Elí tenía
experiencia de Dios
lo conocía.
Tenía el "fueguito" prendido, y había
aprendido a cuidarlo para mantenerlo encendido
y poder entonces, "encender" el mismo en
los demás.
Por eso se le
había confiado a Samuel
para
que lo que había visto, oído,
palpado con las manos, experimentado acerca
del Dios de la Vida, lo pudiera compartir
y transmitir.
Como catequistas
estamos llamados a ser, como Elías,
animadores de la presencia de Dios en la
vida de los demás. Eco de su llamado
para ayudar a los que se inician a descubrirlo.
Y solo puede ser "eco" de la palabra de
Dios quien vive la experiencia de haber
sido "tocado" por ella (releer la vocación
de Jeremías, Jer. 1, 4-10).
Para orar junto
a la comunidad de catequistas
1) Partir
de la vida
- Compartir brevemente
cuál es nuestra experiencia de Dios.
¿Cómo lo conocimos? ¿De
qué manera lo vamos reconociendo
en nuestra vida? ¿Qué rasgos
de Dios son los que hemos visto, oído,
palpado con nuestras manos? ¿Cuándo?
¿Cómo?
- ¿Qué
personas conocidas tienen una profunda experiencia
de Dios? ¿Por qué nos damos
cuenta? ¿Cómo la alimentan?
2) Escuchar
la Palabra
- Leer los textos
correspondientes a cada uno de los cuatro
puntos, de a uno por vez.
- Comentarlos.
¿Qué dicen? ¿Qué
resonancia tiene cada texto en nuestra vida
personal?
3) Pensar
en nuestra vida
- ¿Cómo
alimentamos nuestra propia experiencia de
Dios? Compartir con los demás.
- ¿Qué
significa "catequizar desde la experiencia
de Dios? Pensar actitudes y estrategias
concretas para los encuentros de catequesis.
4) Orar nuestra
vocación
- ¿Qué
le pedimos y ofrecemos al Señor para
profundizar nuestra experiencia y conocimiento
de El?
- Releer los
dos primeros textos (los de Isaías)
yhacer un momento de meditación personal
en silencio. Buscar una música que
pueda acompañar este momento.
5) Un compromiso
para vivir
- Sobre una bandeja
de metal encender un pequeño fueguito
(o poner una vela grande). Repartir a cada
catequista un papel pequeño en el
cual cada uno pueda escribir un compromiso
personal para profundizar su propia experiencia
de Dios en el próximo mes. Dar un
tiempo para que cada uno lo escriba y luego,
de a uno por vez, acercándose al
fueguito lo leen en voz alta y lo encienden
(dejándolo caer en la bandeja) como
gesto de compromiso personal con Dios.
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